Prólogo
“He aquí un idiota”. Supongo que sería una forma magnífica de resumir una vida y una gran novela con un emocionante inicio, un gran argumento y un sorprendente desenlace, pero por desgracia debería ser un poco más largo. Así que, como me hallo en los instantes finales de mi vida (lo sé porque vivo en un lugar donde unas amables personas con batas blancas me indican todo lo que puedo hacer y comer y donde todos los días me dan un montón de pastillas para un montón de cosas, además de tener conectada una serie de máquinas que me recuerdan que estoy vivo, lo cual debe ser por si se me olvida…), he decidido recorrer los pasillos semiderruidos de mi memoria para reencontrarme con antiguos fantasmas que acompañaron en mayor o menor medida mis pasos en el pasado. Por lo tanto rememoraré mi vida o, más concretamente, la etapa más desconcertante pero también apasionante de ella.
He de reconocer que a lo largo de la vida he deseado en más de una ocasión la muerte como descanso a los sinsabores y sinsentidos de la misma. Sin embargo, llegado el momento estoy asustado ante la visita de la parca y la desaparición de mi consciencia en lo que se denomina el descanso eterno. Así que, para conjurar mis miedos, o simplemente para distraerme de ellos, intentaré evocar los olores, sensaciones, sentimientos y lugares que pueblan mi memoria y que comparto con los fantasmas que vienen a visitarme por las noches en las largas horas de insomnio. Aprovecharé para transcribirlos usando una maquinita de ésas que escriben lo que dictas (antes llamados “negros” que al menos disfrazaban la falta de talento…)
Supongo que nadie lo leerá, pero en el fondo me da igual: sólo aspiro a pasar mis últimos momentos con aquellos a los que amé, con los que reí, los que me otorgaron su cariño y confianza, también a los que desprecié y en suma hicieron de mi vida lo que ha sido finalmente. Para ello, la única manera es adentrarme en los recovecos de mi memoria donde habitan los fantasmas de cada uno. En todo caso, si alguien es tan imprudente de tomarse el tiempo de leer las deslavazadas memorias de un anciano insignificante, lo único que puedo decirle a tan osado lector de la vida es que ésta no tiene sentido y, por lo tanto, que no intente encontrárselo, simplemente que la viva. Tampoco que busque justicia en los acontecimientos diarios pues éstos, al igual que la vida no responden a ningún concepto de justicia o injusticia: la vida simplemente es lo que es y hay que adaptarse e intentar vivirla lo mejor posible. Así que, imprudente lector: vive, ríe, siente y disfruta de la vida intentando además contribuir a que el mundo sea un lugar un poco mejor cuando lo abandones, simplemente tratando de mejorar tu entorno. Ten en cuenta además, que tus decisiones, amable lector, son muy importantes en tu vida, pero que éstas a lo mejor no alcanzan al cuarenta por ciento de influencia en tu vida, dependiendo el sesenta por ciento del entorno y de las decisiones que toman otras personas.
Acabo de tomarme mi dosis diaria de medicación, así que supongo que ya puedo comenzar mi relato aprovechando la vigilia. Espero que la parca deje que acuda a mi reunión con los fantasmas que pueblan mi memoria…
Darte animos es cuando menos cruel, necesitas calor y apoyo al menos es lo poco que puedo darte. La vida es lo unico que nos queda, lucha por ella que siempre tiene una parte buena, aunque el azar nos haga ver solo la parte negativa. Ya sabes...hoy puede ser un gran dia..planteatelo asi.
ResponderEliminar¡Ey, Raúl, soy Verditia!
ResponderEliminarOpino con ventaja porque he leído algo más del inicio, y me he reído mucho con según qué situaciones que has escrito. Sí, esta introducción es emotiva y algo dramática, pero lo que viene después no tiene desperdicio ;) .
¡Un saludo!